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Con la llegada del verano, aumentan las reuniones sociales, las comidas fuera de casa y los pequeños excesos.

Desde luego, es una época para disfrutar, pero también para cuidar más que nunca nuestra salud.

En INDOL, recordamos que una alimentación adecuada y una correcta hidratación durante los meses más calurosos del año pueden marcar la diferencia en cómo te sientes físicamente, especialmente si ya convives con molestias musculares, articulares o digestivas.

 

¿Por qué nos sentimos más pesados en verano?

Una alimentación saludable en verano no solo nos puede ayudar a mejorar nuestro bienestar general, sino que también nos va a ayudar a prevenir o aliviar molestias.

Seguro que todos habéis experimentado esa sensación después de una comida copiosa o un día de playa o piscina al sol, de pesadez, hinchazón —especialmente en las piernas— o malestar digestivo.

Estas sensaciones suelen estar asociadas a varios factores típicos del verano:

  • Cambios en la rutina alimentaria.
  • Mayor consumo de sal, azúcar y grasas.
  • Menor actividad física.
  • Retención de líquidos por las altas temperaturas.

Este desequilibrio puede afectar aún más a personas con enfermedades crónicas o cuadros de dolor inflamatorio, por lo que es importante adaptar la dieta a las exigencias de esta estación.

 

Cómo debe ser nuestra alimentación en verano

Durante el verano, nuestro apetito suele verse reducido. Nuestro cuerpo necesita y consume menos energía para mantener la temperatura corporal.

Pero esto no significa que debamos descuidar la nutrición. Al contrario, debemos asegurar un aporte equilibrado de nutrientes para evitar bajadas de energía o desequilibrios que puedan influir en nuestro estado general o agravar dolencias ya existentes.

Desde INDOL, recomendamos seguir estas pautas para cuidar tu salud general y contribuir al bienestar del organismo, especialmente si sufres alguna condición relacionada con el dolor:

  1. Hidratación constante: beber agua con frecuencia es esencial en los meses de más calor. También son una buena fuente de hidratación las infusiones frías, caldos suaves o alimentos ricos en agua como frutas (sandía, melón) y verduras (pepino, lechuga, tomate).

 

  1. Priorizar una alimentación ligera y equilibrada: en verano es importante intentar realizar cinco comidas al día, siendo recomendable que sean poco copiosas pero nutritivas. Esto ayuda a mantener nuestro metabolismo activo sin sobrecargar el aparato digestivo.

 

  1. Aprovechar los productos de temporada: el verano nos ofrece frutas y verduras frescas ricas en vitaminas, antioxidantes y fibra, que ayudan a reducir procesos inflamatorios y a mejorar la digestión. Las cremas frías, gazpachos, ensaladas o frutas al natural son opciones excelentes.

 

  1. Seguir la dieta mediterránea: este patrón alimentario, basado en el consumo de frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y grasas saludables como el aceite de oliva, es ideal para mantener el organismo en equilibrio. Además, favorece la salud cardiovascular y puede reducir la inflamación, lo que resulta especialmente beneficioso en personas con dolor crónico.

 

  1. Moderar el consumo de carnes rojas y grasas saturadas: sustituye estos alimentos por fuentes de proteína más ligeras, como pescado, huevos o legumbres. Asimismo, evita los alimentos procesados y fritos: son difíciles de digerir y favorecen la inflamación.

 

  1. Evitar el exceso de refrescos y alcohol: bebidas azucaradas, refrescos con gas o cócteles pueden parecer apetecibles, pero dificultan la digestión y favorecen la retención de líquidos. Elige agua, infusiones o zumos naturales sin azúcares añadidos.

 

Por otro lado, aunque las altas temperaturas nos invitan al descanso, es recomendable mantener cierta actividad física moderada, ya sea caminar, nadar o hacer estiramientos, por ejemplo, y siempre fuera de las horas de más calor.

Movernos nos va a ayudar a mejorar nuestra circulación y movilidad, lo que puede ser clave en el tratamiento del dolor musculoesquelético.

 

La alimentación también influye en el dolor

Más allá de los hábitos propios del verano, es importante entender que lo que comemos influye directamente en cómo nos sentimos, especialmente en aquellas personas que conviven con dolor crónico.

Diversos estudios han demostrado que ciertos alimentos y patrones alimentarios pueden tener un efecto proinflamatorio en el organismo, empeorando la sintomatología dolorosa. El exceso de azúcares refinados, grasas saturadas, productos ultraprocesados o alcohol puede aumentar los niveles de inflamación y hacer más intensas y frecuentes las crisis de dolor.

Además, el sobrepeso derivado de una dieta poco saludable añade una carga adicional a las articulaciones y al sistema musculoesquelético, lo que también puede agravar el dolor.

En INDOL entendemos que la nutrición es una herramienta clave en el abordaje integral del dolor crónico. Por eso, en muchos casos, recomendamos incluir una evaluación nutricional como parte del diagnóstico personalizado. Una alimentación adecuada ayuda a mejorar el funcionamiento del sistema inmunológico, nervioso y endocrino, todos ellos implicados en la percepción del dolor. Además, una dieta equilibrada aporta más energía, mejora la calidad del sueño y puede contribuir a reducir la fatiga, un síntoma frecuente en personas con dolor persistente.

Es importante también tener en cuenta que el dolor puede modificar nuestros hábitos alimentarios, generando un círculo vicioso: comer peor por sentirnos mal, y sentirnos peor por comer de forma desequilibrada.

Por eso, uno de los objetivos en INDOL es romper ese ciclo mediante la educación nutricional y el acompañamiento profesional, ajustando la alimentación a las necesidades de cada paciente.

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